jueves, 29 de julio de 2010

Cap.24 Adiós Lulú.

-¿Qué vas a hacer?-su cara se encendió de una manera increíble.
-No voy a tenerlo contigo-entonces soltó mi abrazo y se apartó, pero yo lo agarré.
-Ni contigo, ni sola, ni con nadie-se giró y me miró-Jonathan, tengo 16 años no quiero perder mi vida, no quiero amarrarme así.
-Y tú y yo…
-Seguiremos juntos, siempre que así lo quieras.
Entonces se levantó y empezó a correr por todos lados como un loco.
-¡Estás loco!
Vino corriendo hacia mí y me susurró al oído.
-Por ti-y salió corriendo hacia la piscina, me temía lo peor. Sí, se tiró a la piscina. Nada malo, no. Sin tener en cuenta que estábamos a 1 de enero.
Todo el mundo se fue hacia la piscina y lo miró con cara extrañada.
-¡Selena te quiero!-gritó y todas las miradas fueron hacia mí.
-¡Sal de ahí, vas a congelarte!
Jonathan me miró y empezó a reírse, aunque yo no sabía por qué. De repente alguien me empujó por detrás y caí a la piscina.
-¡Lulú, yo te mato!
Jonathan se vino hacia mí y me besó delante de todo el mundo. La verdad que con el frío se me olvidó hasta la vergüenza. Me cogió en brazos como a las novias en las bodas y me sacó de la piscina, que menos mal que tenía escaleras de construcción y no de esas metálicas.
-Suéltame, sé andar solita.
Jonathan se rió y me soltó suavemente en el suelo. Entramos dentro de la casa y cada uno siguió con lo que hacía.
Subimos arriba, no podíamos estar fuera así de mojados.
-¿Te duchas primero tú o yo?
-No, yo ya me ducho en casa.
-¿Qué dices? Vas a resfriarte, dúchate que nadie va a verte y ahora te traigo ropa de mi hermana. Venga, entra en el baño que ahora te la traigo.
Me metí en el baño y me quité la ropa, después me puse una toalla alrededor del cuerpo, desde encima del pecho hasta arriba de las rodillas.
-Sel, ¿puedo entrar?
-Sí, entra-entró poco a poco y cuando vio que tenía la toalla puesta entró más seguro.
-Toma, te he traído esto de mi hermana-me había traído un vestido rojo de tirantas muy sencillito y mono. También me había traído una rebequita negra y unos tacones negros.
-Gracias, ya puedes salir.
Me duché lo más rápido que pude y me vestí.
Salí allí estaba Jonathan esperándome empapado.
-Me podrías haber dicho que esperabas mojado con frío y me vestía en otra habitación mientras tú te duchabas.
Aunque me gustaba verlo así, mojado. El pelo le chorreaba y le caían gotas por la cara. La ropa, aunque estaba muy mojada seguía estando bien.
Llevaba unos pantalones vaqueros negros, con una camisa blanca y unos zapatos negros. También tenía una corbata negra, aunque a la llevaba en la mano.
-Da igual, no tengo prisa. En el cuarto de mi hermana hay un secador.
Ve y sécate el pelo antes de que te resfríes.
Fui al cuarto de Cristina, que conocía muy bien. Era grande y tenía muchos pósters colgados en la pared. Tenía un armario empotrado color verde pistacho, al igual que el resto de su habitación.
Me sequé el pelo y me lo dejé suelto para no tardar más. Salí del cuarto y Jonathan ya estaba listo.
-Hijo, no sé cómo podéis arreglaros tan pronto.
-Es que no está bien hacer esperar a una señorita.-sonrió y se puso detrás de mí.
-Siempre te la olvidas, me estás ofendiendo-dijo poniéndome la coronita por segunda vez-debes llevarla, las princesas lo hacen.
-Vale, pero no me llames princesa.
Quedó extrañado, pero no dijo nada.
Ahora, llevaba puesto unos vaqueros y una camisa pero más informal, aunque igual de guapo.
Salimos fuera y estuvimos con Rafa, Esther y Lulú. También estaban
Cristina y Miguel, que vinieron a felicitarme el año nuevo. Estuvimos cantando y bailando, y se nos hizo de día. Era la primera fiesta en mucho tiempo que no acababa desmayada.
Ésta vez dormimos en casa, pues al día siguiente Lulú volvería a El Castillo, y había que preparar la maleta. Nos levantamos tarde, sobre las cuatro de la tarde, y bajamos a comer. Había hamburguesas con patatas, y nos comimos una cada una. Después subimos a preparar la maleta de Lulú.
Su autobús salía a las ocho, así que tenía tiempo para despedirse de Rafa,
Esther y Jonathan.
-Me hubiera gustado estar aquí para ir contigo a tu aborto.
-No pasa nada. Oye, ¡para verano te quiero aquí!
-¡Que sí, tonta!
Fuimos a un parque cerca de la estación de autobuses, con sus maletas y todo, pues ya se había despedido de mi familia. Estuvimos toda la tarde tonteando y comiendo chucherías.
Llegó la hora y estábamos todos allí, incluidos Miguel y Cristina.
-Que sepas que echaré de menos nuestras apuestas tontas-dijo Rafa abrazándola.
-Yo nuestros días de compra-añadió Esther sonriendo.
Todos fueron uno a uno despidiéndose, hasta que llegó mi turno.
Me despedí de ella con un largo abrazo y nos miramos llorando, y al momento nos reímos a carcajadas.
-Qué patético.
-Sí, voy a echarte de menos Lulú.
-Y yo, Selena.
Las dos unimos las medias estrellas de nuestras pulseras nos dimos un beso y se fue. Jonathan le subió la maleta y ella se montó. Desde dentro del autobús me hizo una señal como de llamada de teléfono.
-Sí, ¡llámame al llegar!-grité aún sabiendo que no me oía.
El autobús se fue y nosotros nos fuimos a casa de Rafa, que no había nadie.

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