Creía que la mano era de Jonathan y me di la vuelta para estrangularlo, por así decirlo ya que había estado todo el día preocupada por él. Pero no, no era Jonathan, es más, no lo conocía.
-Ven, vamos a bailar-por la forma en la que hablaba estaba bastante borracho.
-No, gracias. No tengo muchas ganas.
-Que sí, vamos.
-Que no de verdad estoy muy cansada además yo no sé bailar.
-¡Vamos!
-¡No! ¡Suéltame, me haces daño!
-No te quiero soltar-gritaba riéndose.
-¡Ayuda!
-No te van a oír-decía trabándose-la música está muy alta.
-¿Pero qué quieres de mí?-decía yo gritando e intentando soltarme.
-Antes quería bailar, pero ahora quiero divertirme.
-Suéltame, por favor.
-Dame un besito anda-decía acercando su cara a la mía.
-¡Que me sueltes cabrón!-le metí una patada en la espinilla y me soltó, intenté irme pero me volvió a coger y me agarró por el cuello. Estuvimos así unos pocos segundos que fueron muy intensos, y de pronto me soltó. Me caí al suelo, estaba mareada pero no perdí la consciencia. Veía a dos muchachos pelear aunque con el mareo y la oscuridad no los distinguía bien. Uno de los dos echó a correr, y el otro vino hacia mí. Era Jonathan.
-¡Sel! ¿Estás bien?
-Sí, pero no me chilles-dije sonriendo.
-¿No estás herida?
-No, sólo me duelen un poco el brazo y el cuello. ¿Quién era el ese tío?
-No lo sé, le habrá invitado mi hermana.
-Oye, contigo tengo yo que hablar.
-Pues será después de las campanadas, que faltan diez minutos.
-Pero...
-Pero nada-dijo interrumpiéndome.
-¡Espera!-le dije cogiéndole del brazo-¿Qué tal estoy?
-Pues… no del todo bien-puse cara de tristeza y fue en busca de mi coronita, que había tirado al suelo, y me la puso en la cabeza-ahora, ahora estás perfecta.
Los dos sonreímos y fuimos a la parte de adelante de la casa
-Selena, ¿Dónde te habías metido?-me preguntó Lulú.
-Pues... por aquí, dando una vuelta-le dije para no preocuparla.
-Venga, faltan diez minutos ¡tienes que coger uvas!
-No, no quiero.
-¿No? Pues tú verás, tendrás mala suerte ese año.
"¿Se puede tener peor suerte?" pensé.
-Ven, vas a empezar el año conmigo-me dijo Jonathan cogiéndome la mano.
Fuimos a una hamaca donde se veía muy bien la luna. También podíamos ver por la tele las campanadas pues fuera pusieron una pantalla gigante con un proyector para poderla ver todo el mundo. Ya habían llegado los cuartos, y algunos ya habían empezado a comer.
-¿Dónde has estado hoy?-empezaron las campanadas, y cada una de ellas era una oración nuestra.
-Olvídalo.
-No, me tienes que dar una explicación.
-Estuve ocupado.
-No es motivo. Ni una llamada.
-No tenía batería.
-¿Dónde estabas?-le dije en la novena campanada enfadándome.
-Estas así porque te gusto-dijo sonriendo.
-No, ¡¿Qué dices?!
-Te gusto, admítelo.
-¡No!
-Pues tú a mí sí-dijo en la última campanada... y me besó
No supe qué hacer, y decidí seguir. El beso era tierno, y cariñoso. Me abrazó pero sin parar de besarme. Sentía en mí algo que no sentía en bastante tiempo. Se repetía. Se repetía el beso de hace un año en Nochevieja. Cuando paró, nos quedamos abrazados.
-Espero que esto te ayude a decidir.
-Hablando de decisiones, ya sé qué hacer con lo del bebé.
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