jueves, 29 de julio de 2010

Cap.26 ¿Aborto?

Ya estaba preparada, sólo me faltaba esperar a que Cristina viniese a por mí para ir a la cita. Llegó a la hora prevista así que me monté en el coche y nos fuimos hacia la clínica.
Llegamos antes de lo previsto así que tuvimos que esperar en la sala de espera, momento perfecto para atacar.
-Ayer conocí a tu amiga Xiza.
-Ah, sí-dijo sonriendo-es una amiga que se tuvo que mudar a otra ciudad
-Y ahora viene a veros, ¿no?
-No, ¡viene a vivir!-gritó ilusionada.
-Ah, ¿y qué relación tenía con tu hermano? Quiero decir, ¿se llevaban bien?
-¿No te lo ha contado?
-No, ¿qué ocurre?
-Verás, mi hermano siempre la había querido, pero ella no le correspondía. Un día, por fin le correspondió, pero para entonces ya era tarde, pues ella tenía que mudarse a otra ciudad. Los dos prometieron esperarse.
Me quedé paralizada, sin saber que decir, pero al final hablé.
-¿Y cuándo sucedió eso?
-Pues un poco antes de las navidades del año pasado. Ella se fue al acabar el trimestre.
-Ah, vale.
-Selena, te has quedado blanca, ¿estás bien?
-Sí, serán los nervios.
-Selena González, su turno-dijo un señor.
-Sí, ahora mismo entro.
Me levanté un poco indecisa, no sabía qué hacer.
-Pero Selena ¿qué te pasa?
-No… no puedo... ¡NO!-dije y eché a correr sin mirar atrás.
Al llegar afuera, no sabía si montarme en el coche y esperar a Cristina o irme yo sola. Al final, la esperé.
-Selena, ¿estás loca?
-No, pero no soy nadie para matarlo-dije acariciando mi barriga.
-Pero Selena, ¡que tienes dieciséis años!
-Pero para cuando mi pequeño nazca tendré 17.
-Bueno, tú sabrás lo que haces. Te llevo a casa.
-No, llévame a la tuya.
-Como quieras.
Llegamos a su casa y subí al cuarto de Jonathan, que estaba con Xiza.
-Oh, siento interrumpir.
-¡Sel!-dijo Jonathan muy contento.
-Hola Selena-dijo Xiza más triste y seria.
-Puedo volver en otro momento.
-No Selena, me voy yo. Adiós Jonathan-le dio un beso en la mejilla y se fue.
Eso no me hizo mucha gracia.
-Jonathan, ¿por qué no me contaste la verdad?
-Primero quería hablar con ella, porque los dos acordamos esperarnos-cuando dijo esto me levante e hice el intento de irme pero él no me dejó-tenía intención de esperarla, pero te conocí a ti. Tu mirada desde primera hora me dejó descolocado, y cuando me besaste en Nochevieja ya me perdí del todo. Ya no quería esperarla, pero no le dije nada porque quería decírselo en persona. Pero entonces, tú empezaste a salir por Internet con mi hermano.
Yo estaba furioso, y sólo quería que no se me viera como un perdedor. Decidí hacer el paripé de esperarla y entonces llegas tú aquí, y para quedarte, mucho más guapa que la última vez, y me olvidé de Xiza y de que teníamos un acuerdo. Cuando paso lo de David te veía tan hundida que pensé que no saldrías de tu depresión pero yo guardaba la esperanza. Me costó mucho, pero te conseguí, y ahora viene ella. Si te lo llego a contar antes, igual no me entiendes. Ya he hablado con ella, y se lo he contado todo. Ella no lo entiende, pero dice que si así soy feliz, lo acepta. Bueno, ¿qué te parece?

No pude gesticular ni soltar palabra.
-Sel, yo te amo, tienes que creerme. Lo daría todo por ti. Y si no quieres tener el bebé conmigo, pues no pasa nada.
-No es así-dije interrumpiéndolo
-¿Cómo?
-Quiero tener el bebé. Es mi bebé.
Jonathan fue entonces el que se quedó sin habla.
-Sel, ¿tú estás segura?
-Sí, y quiero tenerlo contigo.
-Bueno, si eso es lo que sientes-dijo sonriendo.
-No sé lo que siento pero creo que eres el más indicado para hacer de padre del bebé, ya que eres su tío, y además.
-Me quieres-dijo interrumpiéndome con su sonrisa.
-Interprétalo como quieras, pero quiero que seas un padre para mi hijo.
Me abrazó contento y me tumbó en la cama.
-Pero, ¿qué haces?
-Tranquila-dijo y me levantó la camiseta sin llegar al pecho.
-¡Jonathan!
-Confía en mí-y así lo hice.
Se acercó a mi barriga y la acarició.
-¿Has escuchado pequeño? ¡Voy a ser tu papá!
-David.
-No Sel, yo soy Jonathan.
-No, que mi pequeño se llama David.
-Perfecto-dijo sonriendo.
Estuvimos así un ratillo, hasta que escuchamos la puerta y nos levantamos.
-Jonathan, ¿puedo entrar?-era la voz de Cristina.
-Claro, entra-dijo y pasó su mano por detrás de mi cintura.
-Jonathan que sepas que no lo has hecho bien con Xiza, pero me alegro de lo vuestro-dijo acariciando mi barriga y Xiza echó a correr llorando.

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