jueves, 29 de julio de 2010

Cap.7 La familia.

Cuando por la mañana abrí los ojos, él estaba allí tumbado a mi lado, apoyado sobre su codo.
-¿Qué hacías?
-Contemplarte.
-Pero si estoy horrible. Tengo unos pelos de loca y por no hablar de mis ojos…
-¿Sí? Pues que sepas que así es como quiero verte todas las mañanas de mi vida…
Quise contestar, pero me dejó sin palabras. Cuando por fin me atreví a decir algo, no me dejó hacerlo... Me interrumpió con el beso más apasionado que jamás me habían dado. Claro, que sólo me había besado él.
-Oye, anoche dijiste algo de unos planes.
-Ah, sí. Creo que alguien tiene muchas ganas de conocerte.
-Bueno, pues vamos a vestirnos.
Él se puso la misma ropa del día anterior, puesto que no había traído otra ropa.
Yo fui al baño a cambiarme, y él lo entendió. Yo era demasiado vergonzosa.
Me puse unos pitillos en blanco con unas converse en rojas y una camiseta de mangas cortas en roja. Después, me peiné. No tardé mucho en peinarme porque por suerte tenía un pelo muy manejable.
Cuando llegué de vestirme, él estaba en el ordenador mirando su correo.
-¿Ya estás lista?
-Sí.
Bajamos y empecé a preparar el desayuno, cuando me encontré una nota de mi madre.
"Cielo, vamos a ir con Pedro a ver el pueblo y a hacer unas compras, volveremos por la noche. Tienes algo de comida en la nevera, caliéntatelo. Te quiero, Mamá."
-Hala, me abandonan como si nada.
-No pasa nada, no vamos a pasar el día aquí.
-¿Entonces?
-Termina de desayunar y lo verás.
Como me moría de la intriga, terminé de hacer el desayuno y nos lo comimos muy deprisa.
-¡Venga date prisa!
-Pero princesa, ¿qué te pasa?
-Que quiero ver dónde me llevas.
-No te hagas ilusiones, que no es nada del otro mundo.
-Cualquier cosa para mí es genial.
Terminamos de desayunar y nos fuimos dando un paseo. Llegamos a una gran casa. Era preciosa, de un color muy suave y con un bonito jardín. Tenía un garaje abierto con un descapotable y un par de motos.
-¿De quiénes son?
-Las motos son mía y de mi hermano, y el descapotable es de mi hermana grande, Cristina, ¿recuerdas que te hablé de ella?
-Ah, sí.
Cristina era la belleza personificada. Era preciosa, deslumbrante ante cualquier persona. No la conocía, pero sabía que era muy buena persona. Yo estaba muy nerviosa, pues sabía que quería presentarme a su familia. Él lo notó y me agarró fuerte la mano.
-Tranquila, mis padres no están. Ya sabes, cosas de trabajo, casi nunca están. Para sentirse mejor por dejarnos siempre solos, nos regalan cosas.
Uf, para mí fue un alivio.
-Ah, bueno no pasa nada.
Entonces se escuchó la puerta abriéndose muy brutamente.
-¡Cuñadita!
Hala, ¡era Jonathan! Tan guapo y rubio como siempre.
-¡Jonathan!
Vino corriendo hacia mí y me dio un fuerte abrazo. Sé que para él significó algo más que un simple abrazo, pues yo sabía sus sentimientos respecto a mí. A él lo conocí hacía tiempo en mi ciudad, porque había ido con un amigo a pasar las fiestas.
Me contó que empecé a gustarle, y él a mí también. Pero después me pasó el Messenger y el Tuenti de su hermano, y de ahí nació una relación más seria. David aún no sabe nada de los sentimientos de su hermano, pero yo sí. Durante el abrazo, sus músculos estaban tensos, pero al momento se relajaron. Él sintió un gran alivio.
-¡Se te ve bien cuñadita!
-Sí, veo que el tiempo no ha pasado por tu lado, ¡eh!
-Ya ves cuñadita, pero ya verás cuando me veas sin camiseta, por ahí sí que ha pasado.
-Venga ven princesa, quiero presentarte a Cristina.
-Uf, qué nervios.
-Tranquila cuñadita, si ella es buena-me dijo y entonces me guiñó un ojo, uf me quedé paralizada.
Entramos por la puerta y me quedé impresionada. Era una casa enorme y preciosa, era envidiable y eso que yo tenía una también que dejaba sin aliento.
-¡Niños, ya están hechos los macarrones!
Esa debía de ser Cristina.
-¡Eh Cris! Ya ha llegado la esperada cuñadita.
-¡¿Qué?! ¡Eso se avisa, hombre! Que tengo muy malas pintas…
-Venga ya Cris sal que bastante nerviosa está-le dijo David.
Cuando salió me quede un poco cortada. Era rubia y preciosa, tal y como vi en las fotos.
Tenía una cola alta recogiendo su brillante cabello. Llevaba un delantal lleno de tomate, supongo que se habría peleado con los macarrones.
-Hola Selena, encantada-dijo mientras me daba dos besos.
-Igualmente.
-Espero que tengáis hambre. Después le enseñas la casa a Selena, David.
-¡Venga ya Cris! ¡Que tengo hambre!-esa era la voz de Jonathan, que estaba tirado en el sofá viendo la televisión.
Durante la comida estuvimos hablando de varias cosas. Después, David me enseñó su casa.
Terminamos en su cuarto, que fue lo último que me enseñó.
-¿Te gusta princesa?
-Sí, es perfecta- le dije esbozando una gran sonrisa.
-Bueno princesa, tengo que ir a ayudar a mi hermana a unas cosillas, puedes quedarte aquí. Coge el ordenador o haz lo que quieras, tardaré un poco.
-Claro-me dio un rápido beso y se fue.
Estuve unos cinco minutos con el ordenador, mirando mi correo, aunque no tenía mucho. Solo un e-mail de Lulú que contesté en un minuto y unos cuantos de propaganda.
-No sabes cuánto te he echado de menos-sonó una voz detrás de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario