Salimos corriendo hacia la habitación más cercana al pasillo donde estábamos, la habitación de David.
Me tumbé en aquella cama en la que tantas veces había estado, y Jonathan me dijo que me esperara, que iba a pedir ayuda. Sí, con ayuda se refería a gritar desde el pasillo de arriba para que subieran, estaba muy nervioso, parecía que no estaba preparado para esta situación, no sabía qué hacer. Yo me limitaba a respirar, que era lo único que podía hacer en ese momento a parte de quejarme.
De pronto subieron muchas personas, tantas que me mareaba sólo de mirarlas, como para pararme a contarlas y saber quiénes y cuántos eran.
-¡Llamar una ambulancia!-era la voz de Jonathan.
-Selena, cariño estoy aquí-y esa era la de mi madre dándome la mano.
-Hay demasiada gente, no puedo, me estoy asfixiando, ¡me agobio!
-¡Todo el mundo fuera!-gritó mi madre. Parecía borde, pero no era su intención, no quería que yo me pusiera peor y todos lo entendieron, pues se fueron dejando en la habitación sólo a Sara, Jonathan y ella.
-Venga Selena tranquila, tú respira, olvídate de todos ellos-me dijo Sara.
Pero si sólo hacía eso, ¡respirar! Aunque también chillaba a veces, me dolía, sentía que lo tenía ya muy cerca… que ya estaba aquí.
-La ambulancia de Luna no está disponible, ¡nos mandan la de El Castillo!-gritó Jonathan.
-¡¿Qué?! ¡Yo no puedo esperar tanto!-grité.
-Sí que puedes, ¡vamos Selena!
-¡No! ¡Ya está aquí!-dije y empecé a chillar. Notaba cómo no paraba de sudar a chorros-¡Sacádmelo de ahí! ¡Ahora!
-Jonathan, tráete unas toallas, ¡rápido!-le gritó mi madre-Selena, escúchame bien, yo no tengo experiencia en esto, pero sí la tengo en el lugar donde tú estás, así que hazme caso, ¿vale? Sara, sujétale la mano por favor, necesito que esté más tranquila. Selena, abre las piernas, todo lo que puedas, y empuja, dolerá, pero tienes que hacerlo.
Y así lo hice, me abrí de piernas y empecé a empujar. No le faltó razón, me dolía, sentía que me iba a partir en dos, pero pensaba en mi pequeño y en que merecería la pena y empujaba con más fuerza.
-Vamos Selena, respira, respira tranquila tú puedes, ya lo tienes, ¡vamos!-me decía Sara a mi lado.
Entonces llegó Jonathan con las toallas. Se puso a mi lado y me dio un beso en la mejilla.
-Tranquila mi vida, estamos juntos en esto, vamos empuja cariño falta poco.
-¡No puedo, no puedo!-gritaba yo llorando.
-¡Ya lo tienes Selena, tú puedes, ¡sigue!-me contestó mi madre-¡La cabeza! ¡Le veo la cabeza!
-Un poco más Selena, ¡venga!-me decía Jonathan.
-¡El último empujón!-gritó mi madre y yo empujé lo más fuerte que pude hasta notar cómo salía del todo de mi interior, todo esto acompañado de un fuerte chillido, hasta los de abajo tuvieron que oírlo.
Entonces, escuché un llanto. SU llanto. El de David, mi hijo. Mi madre lo limpió un poco por encima con unas toallas, pero seguía súper pringoso cuando le pedí que me lo diera. Y al fin, después de nueve meses en mi interior, lo tuve en mis brazos, le vi por primera vez. Esa carita tan linda, ese color de piel que claramente era de su padre, esa boquita y esa nariz tan pequeñitas, que parecen de un muñequito. Sin embargo en el pelo había salido a mí, porque iba tirando para rubito, aunque mucho pelo no tenía aún. Sentirlo en tu posesión y que hay que tener cuidado porque es frágil, y te da la sensación de que va a romperse.
-Sh, no llores mi bebé, todo pasó.
-Selena, ¿puedo cogerlo?-me dijo miedoso Jonathan.
-Claro, pero ten cuidado, que es muy pequeño-le dije dejándolo en sus brazos-cuidado con la cabecita.
-Oh Dios, es como un muñequito.
-Nuestro muñequito.
-¡Selena aguanta! ¡Está aquí la ambulancia!-entró gritando Cristina y todos nos echamos a reír.
-Pues vaya horas-dijo Sara-llegan tarde.
-De todas formas te irás al hospital, tiene que verte un médico y al pequeño también-dijo mi madre.
Los chicos de la ambulancia subieron con una camilla y me llevaron a la furgoneta. De camino, vi a todos mis amigos, a mi hermana, a Pedro, a Jenny… todos. Todos miraron con una cara de felicidad enorme al verme que estaba bien y ver a David en brazos de Jonathan. En la ambulancia vino con migo Jonathan, y mi madre con Pedro y los padres de Jonathan fueron en coche. Cristina se quedó con su hija y mi hermana, y supongo que los demás se quedaron allí también.
Yo era feliz, había tenido a mi primer hijo, que tanto esperaba, le había dado vida. Y lo mejor, mi hijo nació en la cama de su ausente padre.Cap.
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