Bajé y le pregunté a mi madre si podía ir, y como no, me dijo que sí. Y para mi asombro, me dio su tarjeta de crédito, y eso que yo le dije que tenía dinero. Últimamente sólo hacía mimarme.
-¿Nos vamos?-dijo Lulú bajando las escaleras.
Salimos fuera y fuimos andando hasta la casa de Rafa, que nos llevaría en coche. Pasamos por la casa de Jonathan para que cogiera dinero y nos fuimos para el centro comercial, que estaba a un ratillo.
En el coche, Rafa y Esther estaban adelante, y detrás Lulú en una ventana, yo en otra, y Jonathan en medio. Ésta vez, no íbamos en el coche de los cristales oscuros. Por el camino, me quedé dormida y como de costumbre, me despertó Jonathan.
-¿Ya hemos llegado?
-Sí, ya estamos en el centro comercial.
Los chicos estaban ya fuera del coche estirando las piernas.
-Vamos, próximo destino ¡Tiendas!-gritó Lulú.
La primera tienda que encontramos fue Stradivarius. Jonathan y Rafa se sentaron en unos sillones para esperarnos. Yo estuve mirando cosillas pero no me decidía a coger nada. Cuando me di la vuelta me encontré que Lulú y Esther tenían cuatro o cinco perchas ya.
-Vaya, vosotras no perdéis el tiempo.
-Pues claro que no. Ven, aquí hay cosas para ti-me dijo Lulú empujándome hacia los probadores.
Me metió en uno de ellos y me fue dando vestidos, aunque ninguno me convencía demasiado. Hasta que llegué a uno, que me gustó. Era un vestido gris palabra de honor con perlitas alrededor del filo de abajo. Era un poco más largo de los que yo me solía poner, un poco más abajo de la rodilla. Desde el pecho hasta la cintura era pegado, y de la cintura para abajo se despegaba un poco.
-Toma Selena, te traigo más.
-No hará falta-abrí la cortina y salí.
-Guau Selena, ¡estás cañón!-gritó Lulú ilusionada.
-Estás genial, Selena-me dijo Esther.
-Le queda muy buen. ¿Va a llevárselo?-preguntó la muchacha que estaba trabajando en los probadores.
-Sí, nos lo llevamos-dijo Lulú.
-Pero si es para mí-le dije riéndome.
-Da igual, que tú con lo insegura que eres seguro que lo dejabas aquí.
-Bueno, vamos.
Me lo quité en el probador, y fuimos a la caja a pagarlo. Le di la tarjeta de crédito de mi madre y su carnet, que mirando su carnet y el mío y mirando los nombres aceptaron.
Salimos de allí y fuimos a Springfield, que los chicos querían entrar. Las chicas fuimos ésta vez las que nos sentamos.
-Lulú, ¿Qué te has comprado?
-Un vestido, pero es sorpresa-dijo con su sonrisita.
-Yo voy con Rafa, para ver qué se va a comprar-nos dijo Esther y se fue en busca de él.
-Y tú irás a ver a Jonathan, ¡eh gachona!-me dijo Lulú dándome un pequeño puñetazo en el hombro.
-Pero qué dices tonta...
-Venga, que te has puesto roja.
-Yo no...-y las dos sonreímos.
-¡Chicas, vamos!-nos gritó Jonathan desde la puerta de la tienda.
Ya habían comprado, y fuimos a más tiendas. En Marypaz, me compré unos zapatos de tacón en gris, pero un gris más clarito que el de mi vestido. Eran preciosos.
Después fuimos a comer al Burguer King, porque teníamos hambre. Cuando terminamos estuvimos dando una vuelta por allí, y Jonathan y yo nos sentamos en una fuente, porque se supone que lo habíamos comprado todo ya.
-Espero que no tarden mucho.
-¿Porqué? Vaya Sel, no sabía que estar conmigo a solas te gustara tan poco-y me sonrió.
-No es eso, es que estoy cansada.
-Ya lo sé. Oye, te tengo que dar un regalito.
-¿El qué?-dije un poco alto por la emoción-bueno, si quieres dármelo, claro.
Jonathan empezó a reírse. Genial, ahora yo era una payasa.
-Toma, y no me des las gracias-me dijo entregándome una caja.
Cuando la abrí, era un estuche
-¡Qué chulo! Gracias Jonathan.
-Sel, no me seas bruta… el regalo es lo de dentro-dijo mientras se reía.
-Ah-dije y abrí la cajita.
Dentro había una especie de coronita, como una diadema. Era del gris de mis zapatos con perlitas blancas como las del vestido.
-Guau Jonathan, es precioso.
-Te lo pondrás en Nochevieja, ¿No?
-Claro que sí-dije y le abracé.
-Ya estamos, podemos irnos-dijo Lulú mientras nos señalaba el camino por donde se iba a la salida-Rafa y Esther están en el coche.
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