Llegamos a casa y nos acostamos, estábamos cansadas. Ella se durmió, pero yo no pude.
Así que busqué en Internet información sobre algunas madres adolescentes. Estuve mirando algunos casos, y al final tomé una decisión. Ya era tarde para contársela a Lulú, así que me fui a dormir.
Al día siguiente, nos despertamos sobre las doce de la mañana.
-¡Selena! ¡Por fin Nochevieja!
-Sí, genial-dije haciendo un intento de parecer ilusionada, penosamente por cierto.
-Venga ya Selena, hoy vamos a una fiesta enorme, nunca habías ido a una así.
-Pero a todas las fiestas a las que voy acabo mal.
-En ésta no, ya lo verás. Todo saldrá perfecto-añadió y salí corriendo a vomitar.
-¿Estás bien?-me pregunto cuando llegó al baño, y me vio con la cabeza metida en el water.
-Sí, estoy bien.
-Oye, ¿qué has decidido hacer con David Jr.?
-No estoy muy segura, pero ya lo verás-dije esbozando una sonrisa.
-Anda, vamos a arreglarnos para ir a ayudar a organizar la fiesta.
-¿Dónde es?
-En casa de Cristina y Jonathan.
-¿Allí?
-Sí, Cristina lo pensó y ya Jonathan invitó también a todos sus amigos, vamos que allí vamos a ser muchísima gente.
-Ah, pues eso está muy bien.
Nos vestimos poniéndonos un chándal para estar cómodas, y nos fuimos para la casa de Jonathan. Cuando llegamos, ya estaban allí Rafa, Esther, Miguel, y algunos amigos de Cristina. Nos pusimos a colocar adornos y a preparar equipo de música, etc. lo normal para una fiesta. Estábamos todos. Todos, menos Jonathan.
-Oye Cristina, ¿Dónde está tu hermano?
-No lo sé, no lo he visto en todo el día.
-Vale, es que esperaba verlo aquí.
-No te preocupes, llegará dentro de poco, supongo.
Estuvimos preparándolo todo, y terminamos a las ocho de la tarde.
-Selena, vámonos a arreglarnos para ésta noche.
-Sí, vamos-dije mirando al suelo.
-¿Qué te pasa?
-No he visto a Jonathan, ni Cristina tampoco lo ha visto en todo el día.
-Esta noche lo verás, no te preocupes.
-Está bien, vamos.
Llegamos a mi casa a eso de las ocho y veinte y nos empezamos a preparar. Primero me duché yo, y después Lulú.
-¡Tía! ¿Qué haces en el ordenador?-me gritó Lulú.
-Pues...
-¡Nada! Ponte un chándal o algo y ven que te voy a peinar y pintar.
Me secó el pelo, y me lo recogió en un moño súper raro, con algunos mechones colgando de él, con mi diadema que me regaló Jonathan y con dos mechones colgando a los lados de mi cara.
-Estás perfecta.
Me quitó la diadema, para que no se me rompiera mientras estábamos de allá para acá, y empezó a maquillarme. Cuando terminó, nos dimos cuenta de que ya eran las diez, por suerte ella se arregla muy rápido. Fue al baño a arreglarse el pelo mientras yo me vestía en mi habitación. Me puse el vestido, y la coronita, y me fui al baño.
-Lulú, ¿Cómo puedes estar lista tan rápido?
Lulú estaba preciosa, tenía el pelo suelto rizado con las tenacillas y el flequillo liso.
Se había puesto un vestido de una sola tiranta en blanco con unos tacones en negro.
-Vamos a cenar con tu familia, y después a la fiesta-me dijo Lulú.
Estuvimos cenando con mamá, Pedro y Eve, y después Rafa vino a buscarnos en su coche.
-Rafa, ¿Has visto a Jonathan?
-No, pensaba que estaba con vosotras, le he llamado y no me lo cogía.
-Vale-dije mirando por la ventana.
-Tranquila cariño, ya verás como está allí-me dijo Lulú dándome la mano.
Llegamos a la fiesta sobre las once, y ya había mucha gente.
-Selena, yo voy a ver a Cristina y a dar una vuelta, ¿Te vienes?
-No, yo voy a buscar a Jonathan, después nos vemos.
-Te quiero ver allí para las uvas, ¡eh!
-Que sí, vete ya anda-le dije y yo me fui hacia el montón de gente para buscar a Jonathan.
No lo encontré, así que decidí entrar en su cuarto, que tampoco estaba. Miré en todas las habitaciones, excepto la de David, ésa preferí dejarla. Ya eran las once y cuarto así que decidí salir. Fui al único sitio de la casa donde no había mirado, que era detrás de la casa, que había una fuente con tres bancos a su alrededor. Era preciosa, echaba una agua muy clara y estaba iluminada por un foco. De repente me puse muy triste, porque pensé que no vería a Jonathan, y estaba verdaderamente preocupada. Me quité la corona y la tiré al suelo, y de repente una mano se posó sobre mi hombro.
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