jueves, 29 de julio de 2010

Cap.35 En la fábrica.

Abrí los ojos y la luz del sol me molestaba, me había dejado abierta la persiana.
Miré el reloj, eran las tres de la tarde, así que bajé abajo para comer algo, pero no había nadie. Como no habían dejado ninguna nota, decidí llamar a mi madre.
-Mamá, ¿dónde estáis?
-[...]
-¿Y cuánto tiempo estaréis de compras?
-[...]
-Entonces me preparo algo de comer, adiós te quiero.
Colgué y me puse a hacerme una hamburguesa, pues no tenía ganas de cocinar nada más allá.
Cuando me la comí, llamé a Cristina, pero no me lo cogía. Así que pensé en conectarme para ver si estaba conectada. Pero no, no lo estaba, así que sólo me quedaba ir a su casa.
Me vestí y me peiné y cogí dinero para el autobús, pues no pensaba ir andando.
El autobús me soltó en la parada más cercana, y yo me fui desde allí hacia la casa de Jonathan.
En la puerta estaba Jonathan.
-¡Jonathan!-dije corriendo hacia él para abrazarlo. Tenía una cara de preocupación-¿qué pasa?
-¿No está Cristina contigo?
-No, venía en busca de ella, ¿no está?
-No y no la he visto en todo el día-dijo poniéndose nervioso.
-Tranquilo, habrá ido a algún lado. Jonathan tiene veinte años, déjala que haga lo que quiera.
-Claro-dijo sonriendo- oye, ¿pasamos el día juntos?
-¡No!-grité nerviosa, me había pasado- es que tengo mañana un examen importante y tengo que estudiar mucho.
-Genial, yo te ayudo.
-No, que entonces no me concentro-le dije acariciándole la cara con una de mis mejores sonrisas.
-Bueno está bien, al menos déjame que te lleve a casa.
-Por supuesto.
Sacó la moto y me llevó a casa.
Cuando llegué me despedí de él con un precioso beso y subí a mi habitación.
Me cambié de ropa, poniéndome más tapada, con una gorra que escondía mi larga melena recogida en una coleta alta, y unas gafas de sol que taparan mis ojos azules, para que no notara que era yo. La voz, pues la cambiaría de alguna manera, no era fácil imitar la voz de Jonathan, pero siempre podía hablar ronca y decir que se había quedado afónico.
Me pondría un pañuelo en el cuello tapándome la boca, sólo dejando ver mi nariz.
Eran las cuatro y diez, y la fábrica no estaba nada cerca, así que me dirigí hacia allí para llegar a tiempo.
Llevaba andando unos cuarenta minutos, cuando divisé la vieja fábrica. Era enorme y sucia, y tenía muchas grietas. Le di una vuelta por fuera a la fábrica, y vi un coche, un todoterreno.
Estaba nerviosa, pero aun así entré. Allí estaba la chica rubia, ésta vez sin gorra, con su melena suelta.
-Jonathan, por aquí-su voz era firme y limpia, no como la mía que además de estar súper nerviosa, tenía que parecer afónica.
-Claro-dije haciendo un intento de parecer afónica, patético por cierto.
-¿Qué te pasa en la voz?
-Salí anoche, me quedé afónico.
-Está bien, vamos a la habitación.
Entramos en una habitación también vieja y sucia con una mesa y dos sillas.
Nos sentamos, y entraron dos tipos grandes y anchos, vestidos enteros de negro que me pusieron los pelos de punta. Se pusieron detrás de ella, uno en cada lado.
-Aún queda dinero por pagar.
-No, ya está todo pagado.
-No amigo, quedan unos cincuenta euros. Vosotros dos, salid de aquí-les dijo a los hombres haciéndoles una señal hacia la puerta-pero si no los tienes, puedes pagármelos de otra forma-me dijo desabrochándose los botones superiores de su camisa con una sonrisa pícara.
-¡No! No hace falta, yo saco dinero y te lo pago-la acababa de cagar, pues se me olvidó la voz ronca y puse mi voz natural, a lo que la muchacha respondió viniendo hacia mí quitándome la gorra y las gafas y el pañuelo que llevaba al cuello cubriéndome la boca.
-¡Chicos! ¡Una intrusa! ¡¿Qué haces tú aquí?!
-He venido porque Jonathan no podía-dije nerviosa.
Me giré e intenté echar a correr, pero me choqué con los dos tipos, y caí al suelo de espaldas.
Me levantaron y me cogieron uno por cada brazo.
-Vas a pagar caro por esto-me dijo la rubia y me pegó un puñetazo en la barriga.
-¡No!-grité.
Volvió a hacerlo repetidas veces, y muy fuerte, yo ya no sabía qué hacer sólo sabía llorar.
-¡Selena!-escuché la voz de Jonathan.
Entró corriendo en el cuarto y me miró de arriba abajo, y lo primero que hizo fue ir en busca de los dos tíos, que me soltaron al suelo y fueron a por Jonathan. Yo me sentía mareada pero pude verlo todo. Los dos tenían a Jonathan, uno lo agarraba mientras el otro le estaba pegando. Entonces entró por la puerta Rafa, que ayudó a Jonathan y empezaron todos a pelear. La rubia echó a correr y se fue, pues escuchó la sirena del coche de policía.
Entraron unos cuantos hombres y cogieron a los dos tipos, pero la rubia se les escapó.
Jonathan vino en busca mía, y me sacó hacia fuera de la fábrica donde me montaron en una ambulancia. Desde ahí, ya no recuerdo nada más.
Cuando desperté, me encontraba en la camilla de un hospital.
-¿Selena?-dio un suspiro de alivio-cielo, ¿qué tal estás?-era la voz de mi madre.
-Bien, ¿qué ha pasado?
-Jonathan te lo explicará, me lo ha pedido.
-¿Dónde está?
-Está abajo en la cafetería comiendo algo, el pobre ha estado toda la noche contigo.
-¿Qué hora es?
-Son las cuatro de la madrugada, descansa.
Y así lo hice. No me dormí, pero tampoco me levanté.
-Cielo, tus amigos están fuera, ¿les dejo pasar?
-Sí, por favor-me dio un beso en la frente como ella solía hacer y salió hacia fuera.
Entraron todos, todos menos Jonathan.
-Selena, ¿estás bien?-me dijo Cristina viniendo corriendo hacia mí.
-Tranquilos, estoy bien, pero me duele la barriga.
Ahí fue cuando me di cuenta, hasta ahora no lo había visto pero tenía cables en mi cuerpo, en mi barriga.
-¿Qué me ha pasado?-dije poniéndome un poco histérica-¡mi niño! ¡No, mi niño!-ahí ya estaba gritando y llorando.
Intentaron tranquilizarme, justo cuando Jonathan entró.
-Selena, Selena tranquila-dijo abrazándome-dejadnos solos por favor-dijo y los demás salieron fuera.
-Jonathan, ¿qué ha pasado con el bebé?-se lo pregunté y se puso nervioso, sin saber qué decir.

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