-Selena tranquila, aún no se sabe nada, te dieron muy fuerte y el médico te ha hecho unas pruebas, después vendrá y nos lo dirá-dijo echándome para atrás, pues sin darme cuenta me había levantado de la cama-Selena, una pregunta.
-¿Qué?
-¿En qué pensabas al ir a la fábrica?
-¿La verdad? En David, quería saber para qué quería el dinero.
-Estás loca…
-Podríamos hacer una cosilla para averiguarlo…-dije poniendo cara de buena.
-¿El qué? No me fío de ti Selena…
-Si buscáramos un poquitín en su cuarto… sólo mirar si hay algo fuera de lo normal.
-No, no y no. Es el cuarto de mi hermano Selena, y no voy a buscar nada allí-iba a contestarle, pero entró mi madre por la puerta.
-Cielo, el médico viene para acá, pero tú estate tranquila-en realidad, eso sólo hizo ponerme más nerviosa.
-Selena, ¿verdad?
-Sí.
-Has recibido unos golpes muy fuertes, y tienes el estómago un poco deteriorado, ¿has pensado en poner denuncia?
-Por favor, dígame cómo está mi bebé.
-Vaya, una chica impaciente. Tranquila Selena, el bebé está bien. Es muy fuerte y está lleno de vida y de ganas por salir-dijo sonriendo.
Jonathan vino corriendo hacia mí y me abrazó muy fuerte pero cariñosamente.
De repente sentí un cosquilleo en el estómago, como si tuviera hormiguitas en él. Como se suele decir, “tenía mariposas en el estómago”.
Me dijeron que la mañana siguiente me darían el alta.
-Cielo, tengo que ir a El Castillo a por Evelyn. Ahora vengo, ¿vale? Jonathan ¿tú te quedas con ella?-dijo dirigiéndose a Jonathan.
-Claro, vete tranquila.
Mi madre salió y nos quedamos solos.
-Se te ha quedado cara de empanado.
-¿Me has llamado empanado?
-Sí.
-¿Me has llamado empanado?-repitió intentando ponerse serio.
-Sí.
-Pues tú estás gorda.
-¡Hombre, estoy embarazada!-me reí y él se unió a mi risa.
-¿Ah, sí?-dijo haciendo como el que no quiere la cosa con un periódico-¿y de cuánto?
-Cuatro meses-dije sonriendo.
-Madre soltera, qué valiente. ¿O me equivoco?
-Pues sí, te equivocas.
-¿Ah, sí?
-Sí, estoy con un niño maravilloso que me cuida y me quiere, y va a cuidar al niño muy bien.
-Pues qué suerte tienes-dijo acercándose cada vez más a mi cara.
-Sí, mucha suerte.
Sus labios ya casi rozaban los míos, y cuando nos íbamos a besar entró Eve por la puerta gritando.
-¡Selena! ¿Sigue vivo?
-Sí, tranquila Eve-dije mientras la abrazaba y Jonathan volvía a sentarse riéndose.
Estuvimos allí toda la tarde tonteando y viendo la televisión, hasta por la noche que nos quedamos dormidos.
Jonathan se fue con Pedro y Eve por la mañana temprano, pues tenía instituto, aunque me costó convencerle de que estaba bien y que podía irse tranquilo.
El resto de la mañana hasta que me dieron el alta estuve leyendo una revista.
A las doce o así, me dieron el alta.
Cuando llegué a casa lo primero que hice fue darme una ducha, pues estaba deseándolo.
Después me fui a mi cuarto y me puse a escuchar música, pensando en todo lo que me había pasado.
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