29 de Mayo
Habían pasado unos meses de rutina, como bien sabía que pasaría.
Por las mañanas me levantaba e iba a pasear a mi perro, y después a ver a Jennifer.
Ahora entraba dentro y Jennifer me enseñaba todo el edificio; me enseñó su cuarto, los baños, las clases, etc. Después de eso iba a ver a Jonathan, que estaba un rato conmigo y me llevaba a casa a la hora de comer. Sobre las cinco o seis, según qué día, venía Eli para darme "clases particulares". Estábamos unas dos horas. Después venía Jonathan, o me ponía a hacer cualquier otra cosa.
En las vacaciones de Semana Santa, Lulú vino a vernos, aunque sólo pudo quedarse una semana.
Claro, que dentro de exactamente veinticinco días, pues el primer día que dieran vacaciones vendría a verme. Por nada querría perderse mi parto.
Eve se había echado una amiga, Laura, que ahora pasaba mucho tiempo en casa.
Jonathan había aprobado el examen teórico para el carnet de conducir.
Mamá y Pedro tenían planes de boda. Rafa ya vivía solo en un pisito, en el que pasábamos muchos fines de semana viendo películas, jugando a la Play Station, etc.
Mi embarazo iba bien, sólo faltaba un mesecito y en mis ecografías ya se veía perfectamente el bebé.
-Cielo, ¿estás bien?
-Sí, sí.
Había ido con mi madre a comprarse un vestido de novia.
-Mira, ya hemos llegado, vamos a entrar.
Entramos en la tienda y una muchacha se nos acercó.
-Irina Fernández, ¿verdad?
-Sí, la misma.
-Bien, acompáñeme.
Fuimos detrás de la muchacha, guapísima por cierto. Era alta, de piel morena y de pelo morena también.
Nos llevó a una habitación en la que había muchos vestidos en unas perchas muy bien colocados.
-Bueno, estos son los mejores vestidos, pruébese los que usted desee. Yo les dejo intimidad, para que puedan probarse y decidir-dijo y salió por la puerta.
-Vaya mamá, esto es increíble.
-Como en un cuento de princesas, ¿verdad?-dijo sonriendo-¿cuál te gusta más?
-No sé, elige tú.
Cogió uno y se metió en un pequeño probador hecho con unas básicas cortinas azul marino. Mientras, yo ojeaba una revista de moda.
-Mira cielo.
Salió de entre las cortinas y ya llevaba el vestido puesto.
Le quedaba bien, aunque no me convencía mucho, sentía que no era el adecuado que debía seguir mirando.
-Es genial, pero creo que puede haberlos mejores.
-Pues cojo otro, si hay muchos.
Cogió dos o tres, pero no me convencían, yo seguía encabezonada en que debía seguir mirando.
-Mamá, voy al servicio, ahora vuelvo.
-Claro cielo, hasta ahora.
Salí de aquella habitación de paredes blancas como la nieve y busqué los servicios, o alguien a quien preguntarle.
-¿Ocurre algo señorita?-dijo la misma muchacha de antes.
-No, no, los vestidos están genial. Yo quería saber dónde está el cuarto de baño, por favor.
-Claro, por aquel pasillo a la derecha.
-Gracias-dije sonriendo.
Crucé aquel largo y luminoso pasillo y llegué hasta los cuartos de baño. Cuando entré estaba oscuro, pero tendría sensores de luz o algo, porque al entrar se encendieron todas. Era todo muy elegante, los lavabos de cristal, y un espejo larguísimo que ocupaba toda la parte de los lavabos. Había unas puertecitas de color azul cielo donde se encontraban los WC.
La verdad es que no tenía necesidad de entrar en ellos, si no que quería llamar a Jonathan para saber cómo iba todo por allí. Al final me decanté por mandarle un mensaje.
“Cariño, ¿cómo va la cosa por allí?
Aquí mamá se está probando muchos vestidos, todos geniales, seguro que se compra un vestido precioso. Bueno, contesta cuando puedas, te quiero”.
Me lavé las manos y la cara, pues estaba un poco mareada, y salí del cuarto de baño.
Volví a cruzar el largo pasillo, y llegué a una parte de la tienda adonde había vestidos por todas partes. Entonces lo vi. Era perfecto. Era ideal. Era… era el que yo estaba esperando, sin duda. Lo cogí y me dispuse a llevárselo a mi madre cuando me encontré de nuevo con la muchacha.
“Esta mujer es Dios… está en todos lados” pensé.
-Eh, ¿este vestido está en venta?
-Claro, ¿le gusta?
-Es que creo que es perfecto para mi madre.
-Pues, lléveselo y que se lo pruebe.
-Claro, gracias Marina-dije leyendo el cartelito que llevaba colgando en la parte superior derecha del pecho.
-Nada, es un placer-dijo sonriendo.
Llevé el vestido a mi madre y le obligué que se lo probara.
-Vale cielo, tranquila.
-¡Venga! ¡Entra!
Tardó unos minutos, y por fin salió.
Estaba impresionante. Le quedaba perfecto, y le hacía un cuerpo esbelto y con sus curvas.
Era un palabra de honor color blanco roto con la espalda al aire. Tenía unos dobletes en la parte de debajo del vestido, y era largo con la cola larga.
-¡Es perfecto!
-¿Tú crees?
-No lo creo, lo sé-dije abrazándola.
-Bueno, si mi dama de honor lo cree...-las dos sonreímos y ella se volvió a mirar en el espejo.
-Venga, quítatelo y nos lo llevamos.
Entró y se quitó el vestido. Salimos afuera y nos encontramos con Marina.
-¿Han decidido si se llevan algún vestido?
-Sí, nos llevamos el que yo cogí-le dije yo.
-Claro, ¿desean pagar hoy o cuando vengan a recogerlo?
-No sé…-dijo mi madre indecisa.
-Lo pagamos hoy, y en una semana venimos a recogerlo-añadí yo.
-Claro, le prepararemos unos accesorios que trae, como son una coronita-diadema y dos o tres cosillas más.
Pagamos el vestido y le dimos nuestro número para que nos llamara y nos confirmara el día y la hora de recoger el vestido.
-Cielo, muchas gracias por venir con migo a escoger vestido.
-Qué tonta, no es nada.
-Sí, igual otra hija hubiera invertido su sábado en cosas mejores que hacer que esta.
-Anda ya.
-Venga, que te invito a comer algo.
-Claro-dije y las dos sonreímos.
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