Otra vez el sonido del despertador. Lo odiaba. La verdad no sabía por qué seguía teniéndolo, si mi móvil tenía alarma y se escuchaba muy bien… Pero bueno, me tenía que levantar para ir a ver a Jennifer, que su recreo iba a ser dentro de un rato. Pero hoy no pensaba ir sola, no. Hoy había quedado con Cristina para dar una vuelta, pero claro ella no sabía que yo iba a llevarla al orfanato.
Me levanté con toda la gandulería del mundo y me miré al espejo.
“Qué horror” pensé. Tenía unos pelos de loca… y una cara horrible, con ojeras y todo… no había pegado ojo esa noche.
Me duché y me vestí. Me puse un vestido ancho muy simple, fresquito y bueno para que no se marcara tanto la barriga. Después me peiné y me preparé para bajar a desayunar. Lo hice, y bajé a desayunar con Eve, mi madre y con Pedro. Me comí dos tostadas con aceite y sal, y un vaso de leche con Cola-cao.
-Cielo, ¿dónde vas a ir hoy?
-No sé mamá, a dar una vuelta.
Por increíble que pareciera, nadie sabía lo de mis visitas al orfanato, ni tan siquiera Jonathan. Pero hoy Cristina iba a saberlo, y me tendría que contar si ella sabía algo.
-Vale, ten cuidado. ¿Vas sola?
-No, viene Cristina a por mí.
-¿En el coche?
-Sí, en su coche.
-Pues ponte el cinturón ¡eh! No vallamos a tener una desgracia.
-Que sí mamá, tranquila.
-Mamá esa tarde quieren a venir Laura y Sergio a jugar, ¿pueden?-dijo mi hermana cambiando de tema.
-Sergio es el hermano de Eli, ¿no?-le pregunté.
-Sí, el vecino.
-¿Es que es tu novio?
-No, es mi amigo.
-Ah, vale, como tú digas-le dije riéndome.
Apenas había terminado de recoger la mesa cuando sonó un coche pitar en la puerta.
-¡Mamá me voy!-grité, ya que ella estaba arriba.
Salí por la puerta y allí estaba, tan radiante como siempre.
-¡Gorda! ¡Vamos!
Sí, ahora yo era la gorda del grupo, aunque no por mucho tiempo, o al menos eso esperaba yo.
-Sé donde vamos a ir-le dije montándome en su deslumbrante descapotable negro.
-¿Dónde?
-Primero vamos a dar una vuelta y te explico, que aún es pronto-dije mirando la hora en mi móvil.
-Claro.
Fuimos a la playa y aparcó su coche. Nos sentamos en uno de los chiringuitos y pedimos algo para tomar. Yo pedí una botella de agua, pues no me apetecía nada más, ella sin embargo pidió una Coca-cola.
-Venga Selena, ¿qué me tenías que explicar?
-Pues mira, una mañana de estas en las que yo me aburría mucho, fui a dar una vuelta yo sola. Con el tonteo, llegué a un orfanato. ¿Sabías que había uno tan cerca? Pues sí, lo hay. Total, que llegué pensando que era un colegio y me quedé mirando a los niños, que se supone que estaban de recreo. Entonces, cuando estaba totalmente embobada, se me acercó una niña, y agárrate… ¡idéntica a ti! Me hice amiga suya, y voy todos los días a verla, incluso me dejan entrar. También y sólo de vez en cuando le llevo chucherías, que le encantan.
-Para-dijo interrumpiéndome-¿en qué orfanato exactamente?
-Pues no me acuerdo bien del nombre… y eso que voy todos los días, ¡qué fallo tan tonto!
-Selena, céntrate. ¿Cómo se llama la niña?
-Jennifer.
-¿Y?
-Castillo.
-Genial.
-Jennifer Castillo sí, ¿qué ocurre?
-Oye, ¿no pensaras que vamos a ir allí?
-Cristina, es tu hija, ¿verdad?
-A ver Selena, es complicado ¿vale?
-Más complicado se me hace a mí saber que tienes una hija y la tienes allí metida-ya nos pusimos serias.
-Mira Selena, ese tiempo no era como el de ahora, solo hace tres años sí pero yo no era tan madura como tú.
-Claro, madura para follar sin un puto condón pero no para cuidar de lo que viene después, ¿verdad?
-Mira Selena, voy a hacer como que no he oído eso porque no tienes ni idea…
-Pues eso es lo que quiero saber Cristina, ¿qué pasó? ¿Por qué está Jennifer allí y no está contigo?
-Vale, te lo contaré. Pero prométeme no interrumpir.
-Lo prometo.
-Yo no follé sin ese puto condón, bueno sí, pero no por gusto. Me… me violaron-dijo costosamente.
-¡¿Qué?!
-Lo has prometido.
-Vale, me callo.
-Tenía dieciocho años recién cumplidos cuando terminó el curso, en verano. Yo estaba muy contenta porque me habían admitido en la universidad que yo quería y había conseguido un piso en esa ciudad, aunque fuera compartido. Todo iba fenomenal, de vez en cuando íbamos a ese piso, que estaba en una ciudad bastante lejos, para llevar algunas de mis cosas. La vida me sonreía, pero un día todo cambió. Fue un poco más de la mitad del verano, salí de fiesta con unas amigas y conocí a un chico, cuyo nombre no quiero recordar. Todo iba genial, el chico parecía muy majo, y me dijo que me acompañaría a casa, pues ya tenía que irme. Claro, que no lo hizo. Me llevó con su coche a un descampado, y de ahí el resto te lo imaginas… no pude hacer nada. El resto del verano no salí de fiesta, solo salía con mis padres o con amigas, pero nunca de noche. No se lo conté a nadie, ni a mis hermanos que lo sabían todo sobre mí.
Pasaban los meses de verano y no me venía el periodo, así que decidí hacerme el test de embarazo, que dio positivo. Me asusté tanto que me negué el pensar que realmente estaba embarazada, y no le eché cuenta. Llegaba el nuevo curso, y con ello mi nueva vida viviendo sola, respecto a familia, pues viviría con compañeras de piso. Allí tuve que plantearme bien lo que hacer con el bebé, y como no tenía dinero ni ayuda de nadie más que no fueran mis compañeras, pues decidí tenerlo. EL primer trimestre fui a la universidad, pero me fue saliendo barriga y dejé de ir. Esos nueve meses no vi a mis padres, poniéndoles de excusa que vivíamos lejos, y que el curso pasaría rápido. Pasaban los meses y yo vivía del dinero que mis padres me iban mandando, pues no trabajaba. Ellos pensaban que estudiaba, pero no lo hacía. Mis compañeras de piso me acompañaban al ginecólogo y me ayudaban en todo lo que podían, claro que ellas no podían ayudarme económicamente por desgracia. Sin ninguna otra ayuda, estuve los nueve meses, en un infierno-empezó a llorar mientras me seguía contando la historia-que parecía nunca iba a terminar. Solo me daba fuerzas pensar en el bebé que estaba esperando, que le había cogido un amor y un cariño que nunca imaginé. Un 22 de Abril tuve a mi pequeña niña en un hospital cercano a mi piso. Fue el día más feliz de mi vida, tenerla entre mis brazos, después de haberla tenido nueve meses en mi útero.
Hablé con los médicos si sabían de algunos padres que quisieran un bebé y no pudieran tenerlo, pues la única cosa que vi posible hacer fue darla en adopción.
Me dijeron que no había ningunos padres así en esos momentos, pero que podían llevarla a un orfanato. Me despedí de ella, y se la entregué a los médicos. Antes de que acabara el curso, me volví a mi pueblo, y les dije a todos que no era la carrera que yo esperaba, y que la dejaba. He estado todo este tiempo parada, hasta ahora que empecé el módulo.
He estado estos tres años arrepintiéndome de haberla dejado allí sola, yo podría hacerla cuidado, pero el miedo se apoderó de mí…
La abracé y se desahogó llorando durante unos minutos, después se separó y se limpió las lágrimas.
-Selena, quiero ir a verla…
-Pues claro que sí tonta, ¡vamos!
Nos levantamos y fuimos en busca de su coche.
Por el camino, yo le iba dando indicaciones para llegar, pero ella no articuló palabra. Giramos la última esquina y ya divisábamos aquel edificio, el orfanato.
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